Estamos hartos de oír que el desayuno es la comida más importante del día. Aunque esto no es estrictamente cierto en la mayor parte de los casos, ya que todas las comidas son igualmente importantes, sí que es cierto que se trata de una de las ingestas diarias que presentan un mayor número de inconvenientes o dificultades para hacerse saludablemente.
Es muy habitual que no tengamos hambre al despertar o que, incluso, sintamos náuseas ante la idea de tomar algo sólido. El hambre nos vendrá más tarde, a media mañana, apeteciéndonos bollería industrial, cereales procesados u otro tipo de alimentos caracterizados por su carácter perjudicial.
En algunos casos, incluso no comemos hasta la hora del almuerzo, algo que tampoco es lo más indicado para nuestra salud. Por norma general, es mejor comer más veces y en pequeñas cantidades que pocas y de forma copiosa. De la primera forma nuestros órganos trabajarán más a gusto, asimilaremos mejor los nutrientes y quemaremos más grasas.
La hora de la cena
Una de las claves fundamentales para tener hambre a la hora de desayunar tiene que ver con la hora de la cena. España es uno de los países del mundo en los que se cena más tarde, algo a lo que contribuye la hora del prime time televisivo. Cuando escuchamos que en otros países de Europa se cena entre las 6 de la tarde y las 8 solemos llevarnos las manos a la cabeza pero la verdad es que se trata de una costumbre mucho más cómoda para nuestro organismo.
Todos los expertos recomiendan cenar al menos dos horas antes de acostarnos. Además, no debemos comer alimentos muy pesados o de digestión difícil, evitando especialmente los fritos. De esta forma, podremos irnos a la cama con la digestión hecha por completo, lo que hará que al despertar tengamos hambre y no suframos de esas náuseas provocadas por no haber terminado el proceso.
Debemos tener en cuenta que mientras dormimos nuestras funciones vitales se ralentizan. La digestión también y lo que es un proceso de un par de horas puede convertirse en algo que dure la mayor parte de la noche. Por ello, al despertar, seguimos sin hambre. Para nuestro organismo acabamos de cenar.
Hay que ser conscientes que mientras descansamos nuestro cuerpo no para ni un segundo, teniendo unas funciones fundamentales para nuestro bienestar y recuperando las células dañadas por el día. Todo lo que sea dificultar este proceso, añadiéndole otros y no durmiendo las horas suficientes, va a hacer más complicado que rindamos durante el día.
Comer los alimentos adecuados en el tiempo necesario
Otro de los aspectos más importantes para desayunar de forma correcta son los alimentos que consumimos. Tenemos que aprender que todo lo que nos ha bombardeado la publicidad como un desayuno saludable no lo es.
Cereales industriales, café, bebidas de cacao, pan blanco, bollería, zumos de fruta, etc… tienen una cantidad de azúcares y harinas refinadas totalmente perjudiciales para nuestra salud. Incluso en el caso de que nos hagamos nuestro propio zumo natural, es mucho mejor para nuestro organismo tomarnos una sola pieza de fruta. Por ejemplo, si comparamos entre un zumo realizado con tres naranjas y una única naranja, encontramos que el zumo tiene más calorías, mucho menos fibra (0,5 frente a 3,4g) y resulta menos saciante que la pieza de fruta.
Es importante resaltar que no hay alimentos especiales para el desayuno. En un desayuno saludable podemos tomar el mismo tipo de alimentos que en un almuerzo. Para cambiar esta perspectiva que los lobbies de las empresas alimentarias nos han impuesto también hay que aprender a dedicarle su tiempo, como al resto de las comidas. Es mucho más rápido comer un alimento preparado lleno de azúcares pero si queremos pasar nuestro día lleno de energía y vitalidad, debemos comer algo más sano de forma lenta, dedicándole el tiempo que se merece.
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