Diferentes tipos de sal dependiendo de su composición y cualidades:
Sal común, sal refinada o sal de mesa. Son tres nombres que se utilizan para la sal que conocemos todos, la más habitual. Su proceso de obtención consiste en quitar a la sal marina todos sus elementos salvo el cloruro sódico, es decir, el sodio y el cloruro, es así por una extraña razón, para que luzca completamente blanca, igual que el azúcar refinado, esa manía del ser humano por el blanco impoluto. En este proceso hemos perdido todos los minerales que contiene la sal marina y por tanto es la menos beneficiosa, no quiere decir que sea perjudicial, pero no nos aporta casi nada. Sí que sería más perjudicial si para su obtención y blanqueamiento se ha sometido a procesos químicos, pero no lo sabemos ya que el fabricante no está obligado a contarnos esto. Por lo tanto, mejor pasarte a otro tipo de sales con las que no tengas ninguna duda. Es habitual también encontrarnos la sal de mesa yodada, simplemente le han añadido yodo a la composición, en algunos países es obligatorio añadírselo por los enormes déficits de este mineral. La puedes encontrar fina, gruesa o semigruesa y que sea refinada igualmente, debes fijarte en lo que dice el envase.
Sal marina. Esta no ha sido refinada ni por sistemas mecánicos ni por sistemas químicos, por lo tanto además de contener sodio y cloruro, presenta buenas cantidades de minerales como calcio, potasio, magnesio o yodo que como hemos visto aportan enormes beneficios. La podrás diferenciar de la común porque es algo más grisácea. Como la común, la encontramos fina, semigruesa, gruesa y en este caso, también es habitual en forma de cristales o escamas.
Sal del Himalaya. Muy popular en los últimos años, de las mejores opciones, es la mía. Se obtiene de las montañas de Pakistán directamente de la roca, hay sales que se obtienen del mar como las dos anteriores, y otras de roca como esta. Se ha comprobado la existencia de hasta 10 minerales diferentes en ella, como potasio, calcio, magnesio, hierro, flúor, manganeso, yodo, zinc, cromo… imagínate qué fuente de salud estás tomando, aunque sea tan beneficiosa debes igualmente moderar el consumo por su gran contenido en sodio, como todas.
Sal negra. También se está popularizando, procede de unas minas situadas en la India, por tanto es de roca, en este país se usa como remedio para dolores estomacales y es conocida entre los veganos si queremos dar sabor a huevo a algunos alimentos. No tiene la cantidad de minerales que la del Himalaya, su composición es similar a la de mesa pero con unos compuestos sulfurosos que la hacen recomendable, como digo, para la salud de estómago e intestinos. Me quedaría con la marina o la del Himalaya.
La flor de sal. Se obtiene de retirar las primeras capas de la sal marina, al ser una producción escasa el precio es elevado, tiene forma de escamas y una mayor concentración de minerales que la sal marina, es buena alternativa, pero no deja de ser sal marina, no habría problema en quedarse con esta última y ahorrarse unos euros.
Sal céltica. No es otra cosa que la sal marina secada de forma natural, al sol y recolectada de manera manual, siendo así más estables sus minerales y sin los perjuicios de los procesos industriales. De nuevo, con la sal marina estaría bien.
Sal Maldon. Muy popular en toda Europa asociada a la alta cocina, se obtiene de un estuario del río Blackwater en Inglaterra. También se emplean técnicas tradicionales y manuales para su recolección. Su composición es similar a la sal común, aunque por su forma de escamas es apreciada, ya que se deshace en contacto con los alimentos calientes o los líquidos, hay que tener cuidado ya que su pureza es mayor y tiene por tanto una mayor cantidad de sodio.
Mi LIBRO ‘Tu salud a través de los alimentos’
Disponible en: amazon.es/dp/8461779568
Pingback: Los alimentos con mayor cantidad de sal ÁLVARO VARGAS [Nutrición práctica]
Pingback: ¿Puedo vivir sin tomar sal? // ÁLVARO VARGAS // [Nutrición práctica]
Pingback: Cómo saber la cantidad de SAL en las etiquetas // ÁLVARO VARGAS // [Nutrición práctica]
Pingback: Los ‘culpables’ de pasarnos con la sal // ÁLVARO VARGAS // [Nutrición práctica]
Pingback: La sal que no vemos pero que tomamos // ÁLVARO VARGAS // [Nutrición práctica]