La sal es uno de los ingredientes más polémicos en lo que respecta a alimentación y salud. Aunque bien es cierto que el azúcar lleva varios años cobrando todo el protagonismo, la sal también suele ser motivo de preocupación respecto a su relación con la hipertensión y las enfermedades cardiovasculares.
Hablamos generalmente de sal como cloruro sódico, la conocida sal de mesa, aunque también existen otros tipos de sales como la sal yodada que se recomienda en aquellas poblaciones que puedan tener presente un déficit de yodo para prevenir enfermedades asociadas como el bocio.
Composición de la sal
Como decía, la sal de mesa que todos conocemos es químicamente cloruro sódico (NaCl). Dentro de este compuesto encontramos un 40% de sodio, el nutriente que es realmente de interés para evaluar la relación negativa de la sal sobre la salud humana.
Es importante destacar que nuestro organismo necesita pequeñas cantidades de sodio para llevar a cabo funciones metabólicas y hormonales, como por ejemplo el control de las membranas de nuestras células o el transporte de nutrientes. Por ello, el sodio no es un elemento químico del que debamos huir ni tener miedo. Lo que sí debemos es moderar su consumo en ciertas cantidades pero no eliminarlo al 100% de nuestra dieta ya que es necesario para vivir.
Debemos moderar el consumo de sodio ya que diferentes estudios a lo largo de los años han vinculado su ingesta elevada con un aumento de la presión arterial o hipertensión, siendo factor de riesgo contrastado en relación a diferentes enfermedades un conocido del sistema cardiovascular, así como otras muchas enfermedades metabólicas.
Las evidencias en contra de la sal
Algunos estudios científicos arrojan conclusiones importantes en relación a los efectos negativos de la sal sobre la salud. De hecho, existen evidencias que apuntan a la reducción de la presión arterial ante una reducción moderada de sal, por ejemplo pasando de 5 a 3 g o de 1 a media cucharadita al día.
Sin embargo, por el momento no existe consenso científico sobre el proceso metabólico que se produce durante este mecanismo, ya que se aprecian diferencias entre las personas que participaron en los diferentes estudios. Por ejemplo, si los sujetos del estudio ya contaban con un estado de hipertensión previo, sus parámetros saludables eran más fácilmente mejorables.
Actualmente existen recomendaciones concretas sobre el consumo de sal emitidas desde autoridades de referencia como EFSA (Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria). Estas recomendaciones fijan un consumo máximo recomendado de 5 g de sal al día, unos 2 g de sodio aproximadamente o la cantidad equivalente a una cucharilla pequeña.
Según datos de la propia EFSA, la ingesta media de sal varía mucho en los diferentes países de la Unión Europea, oscilando entre 8 y 15 g al día. España ocupa posiciones bastante elevadas con un consumo aproximado de 12 gramos de sal diarios de media, más del doble de lo recomendado.
La reducción de sal resulta beneficiosa
Durante los últimos años la sal ha sido bastante controvertida, ya que muchas personas señalaban que su impacto negativo hacia la salud no era para tanto como se creía. Sin embargo, las últimas evidencias científicas parecen apuntar a que sí es importante vigilar su consumo, ya que resulta ser crucial en los problemas de hipertensión que a su vez son factor de riesgo de las enfermedades cardiovasculares.
Por ello, las estrategias de reducción de sal en los productos alimenticios podrían resultar útiles para disminuir el impacto negativo de la salud hacia nuestra salud. Sin embargo, debemos tener en cuenta que la sal solo es un factor entre tantos, por lo que no debemos despistarnos con otros ingredientes insanos y culpar a la sal de todo.
Para mí, el principal problema sobre el consumo de sal se encuentra en aquellos productos que contienen sal sin que nos demos cuenta y no tanto en la que añadimos intencionalmente a la comida o mientras cocinamos. Esto sucede con muchos ultraprocesados, al igual que pasa con el azúcar oculto, donde debemos fijarnos bien leyendo el etiquetado alimentario para darnos cuenta de las cantidades de sal que realmente contienen estos productos.
Por otro lado, también puede ser interesante utilizar puntualmente algunas sales bajas en sodio o ricas en potasio para complementar la ingesta de micronutrientes. De esta forma ayudaremos a equilibrar el balance de minerales de nuestro organismo entre el sodio y el potasio.
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