Micotoxinas en los alimentos, ¿qué son?

Las micotoxinas son sustancias tóxicas generadas por algunos hongos y que pueden aparecer principalmente en alimentos con una baja actividad de agua, como son los frutos secos o las especias, generalmente.

Si almacenamos adecuadamente estos productos, no tenemos por qué preocuparnos de las micotoxinas. De hecho, en la industria alimentaria se controlan bastante por su difícil eliminación una vez se han desarrollado.

Por lo general, las medidas que se utilizan para evitar las micotoxinas son de carácter preventivo, es decir, antes de que aparezcan. La mayor parte de estas soluciones planteadas se centran en realizar un correcto almacenamiento en ambientes secos, y no húmedos, donde los hongos pueden encontrar condiciones ideales para desarrollarse.

¿Qué tipos de micotoxinas existen?

Algunos ejemplos concretos de las micotoxinas más estudiadas en el sector alimentario son la aflatoxina B1 en cereales y frutos secos, y la ocratoxina A en el pimentón, por ejemplo.

Generalmente, los alimentos que suelen contener mayores concentraciones de micotoxinas son los cereales, frutos secos, especias, frutas desecadas, manzanas y granos de café; es decir, aquellos alimentos de un perfil más seco y que también suelen almacenarse en entornos cálidos y húmedos, como comentábamos previamente.

¿Las micotoxinas son peligrosas para la salud?

Lo cierto es que sí lo son. A través de diferentes estudios científicos a lo largo de los años, se sabe que algunas micotoxinas como las aflatoxinas son capaces de causar cáncer de hígado en los seres humanos.

Otras micotoxinas como la ocratoxina A no tienen una evidencia sólida respecto a una mayor aparición de cáncer, pero sí están catalogadas como sustancias muy tóxicas que pueden causar importantes daños en los riñones e hígado en altas concentraciones.

¿Debemos preocuparnos por ellas?

A pesar de ello, no debemos alarmarnos por consumir alimentos de tipo seco, sobre todo si tienen un perfil saludable, ya que las cantidades de micotoxinas presentes en estos alimentos son mínimas. 

Es decir, esto no debe ser un impedimento para consumir frutos secos ni mucho menos.

Gracias a los constantes controles sanitarios llevados a cabo por parte de la industria alimentaria se consigue que los niveles de estas sustancias se mantengan por debajo de los máximos que marca la legislación europea, lo cual garantiza que no sean un problema para la salud humana.

Eso sí, una vez que los llevemos a casa, será importante almacenarlos correctamente, en ambiente  secos y a una temperatura estable, para minimizar el posible desarrollo de estas sustancias.

Generalmente las condiciones de humedad y temperatura que mantenemos en cualquier hogar promedio no plantean problemas en este sentido, por lo que podemos estar tranquilos.