Horneado: pros y contras

Se popularizó muchísimo hace unos años el uso del horno como sinónimo de comida saludable y no es del todo cierto. Desde luego es mucho más saludable que la fritura, donde gran parte del aceite penetra en el alimento elevando muchísimo su carga calórica, además parte de estos aceites al calentarse a altas temperaturas se convierten en grasas saturadas, nada aconsejables para nuestra salud cardiovascular.

Nos convencieron de lo saludable del cocinado al horno porque utilizamos menos aceite y eso es verdad, si cocinas sin aceite no tendrás grasas saturadas añadidas al alimento [como os acabo de comentar, la mayoría de los aceites al calentarnos por encima de los 110-120 grados, transforman un gran porcentaje de sus grasas saludables en grasas saturadas, un horneado rara vez baja de los 180 grados], pero aunque sea al horno, siempre le ponemos algo de aceite para que estén más sabrosas las elaboraciones, los platos, a las temperaturas altísimas de un horno, ten por seguro que ese aceite se transformará en buena parte grasas saturadas, que además de comprometer nuestra salud cardiovascular, cargan en exceso a nuestro hígado, es más probable que se acumulen como grasa, como tejido adiposo.

Si queremos usar el horno habitualmente es mejor añadir ese chorrito de aceite siempre en crudo, una vez horneado el alimento o utilizar pocas cantidades de aceite, reduciría drásticamente sus inconvenientes, en este caso no habría problema por utilizarlo más veces.

Evitaría esos asados que nadan en aceite, desde luego no serían más saludables que freír.

Las mejores formas de cocinado como ya os he comentado en alguna ocasión, por orden de más a menos recomendable son: al vapor, cocido, estofado y al horno. Por lo tanto, el horno es una buena opción, mucho mejor que la fritura, pero sin abusar del aceite.