¿Qué contiene la bollería industrial?

En el año 2015, únicamente en España se vendieron 129.669.000 de kilos de bollería industrial, siendo los mayores consumidores niños de 4 a 15 años, lo que supone un 43% de los consumidores totales, de lo que se desprende que un niño en estas edades puede consumir una media de 10-12 kilos al año de bollería industrial.

El aspecto más preocupante de este tipo de productos es el exceso de grasas saturadas y grasas trans, estas últimas son las más perjudiciales, señaladas como las mayores acusantes de enfermedades cardiovasculares, es especialmente de la subida del colesterol malo, bloqueando el colesterol bueno [Ver microvídeo ‘Los peligros de las grasas trans’]. La Organización Mundial de la Salud indica que podemos llevar una dieta completamente sana con un 0% de grasas saturadas [es lo que yo recomiendo] y que no debemos sobrepasar el 10% diario. Un cruasán de panadería alcanza el 47% de grasas, de las cuales un 12% son saturadas, un cruasán industrial puede alcanzar el 18-20% de grasas saturadas y ten en cuenta que estamos hablando de uno de los productos de bollería ‘más suavecitos’ sin chocolate con leche que se puede disparar hasta un 25% de grasas saturadas. Sin olvidar que en muchas de estas elaboraciones se utiliza aceite de palma [en ocasiones oculto bajo el epígrafe ‘contiene aceites vegetales’] por ser muy estable y económico pero fatal para nuestras arterias [Ver microvídeo ‘Los peligros del aceite de palma’].

Sin duda su contenido en azúcares simples, en forma de azúcares refinados, resulta más que alarmante, como ya he comentado muchas veces, entre los principales problemas que genera están la descalcificación de los huesos, el estrés del sistema nervioso, carga al hígado de muchísimo trabajo, su ingesta continuada puede derivar en diabetes… [Leer el artículo ‘El azúcar, un auténtico peligro’]. Volviendo con el cruasán, encontramos en una única pieza el equivalente a 3 cucharaditas de azúcar refinado, en la napolitana sube de forma alarmante hasta 7 cucharaditas. Como siempre digo, lo más preocupante es que la ingesta de estos azúcares se hace en muy poco tiempo, volviendo ‘loco’ a nuestro cerebro que trata de poner orden en su asimilación, produciéndose una hiperglucemia instantánea tras ingerir estos alimentos y una acusada hipoglucemia debido a la liberación de exceso de insulina, lo que nos lleva a tener otra vez ganas de dulce debido a esa bajada de azúcar para así poder restablecer los niveles normales, entramos en un círculo bastante peligroso.

Ni qué decir tiene, que tanto este tipo  de grasas como de hidratos simples es facilísimo que se almacenen como grasa en nuestro organismo, cuando nuestro sistema digestivo se encuentra colapsado con tal cantidad de estos nutrientes, decide ir por la vía rápida para no complicarse en exceso y decide metabolizarlos y conservarlos en forma de grasa, derivando de nuevo en posibles problemas cardiovasculares y sobrepeso.

Por último, pero no menos importante están la cantidad de aditivos, saborizantes, conservantes químicos que llevan este tipo de productos altamente procesados y que en muchas ocasiones originan problemas, principalmente, respiratorios y alérgicos.

Con todo esto queda claro que deberíamos desterrar de nuestra dieta todo tipo de bollería industrial, que resultan menos nocivos los elaborados artesanalmente en panaderías de confianza, pero que sin duda la mejor opción [si queremos tomarlos, no son necesarios para nada en nuestra dieta] será realizarlos en casa, sobre todo por el control de los aceites y el azúcar que utilizamos.

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