Desde hace muchos años existe la creencia popular de que cenar lechuga puede ser perjudicial para nuestra salud. Sin embargo, no existen evidencias científicas que prueben tal cosa de forma contundente para todo el mundo.
Entonces, ¿a qué se debe este mito tan arraigado en la población? ¿Puede ser que de alguna forma la lechuga llegue a sentarnos mal? Veámoslo a continuación.
Los beneficios de la lechuga
La composición de la lechuga es en su inmensa mayoría agua. Casi un 90% de la misma está compuesta por el líquido elemento, por lo que tiene un gran poder hidratante en nuestro organismo. A su vez, que esté formada mayormente por agua significa que su proporción calórica es muy baja, lo cual puede ser interesante en ciertos contextos y situaciones de pérdida de peso.
Algunos micronutrientes de interés que nos aporta son el ácido fólico, potasio, calcio y vitamina C, lo que le otorga una interesante función antioxidante. Respecto a estas vitaminas y minerales, por cada 100 gramos de lechuga encontramos hasta 33,6 mg de ácido fólico, 220 mg de potasio, 34,7 mg de calcio y 12,2 mg de vitamina C
Lo que suele sentarnos mal
Como norma general, lo que suele sentarnos mal no es la lechuga en sí misma, sino el resto de ingredientes y salsas de pobre calidad nutricional que pueden acompañar a la lechuga (por ejemplo, la salsa César que es muy densa e hipercalórica).
Por otro lado, cuando usamos lechuga para preparar una ensalada es posible que alguno de los ingredientes que la acompañan sí que nos sienten mal de forma individual (queso por la lactosa, por ejemplo). Incluso la propia lechuga podría sentarnos mal a nosotros mismos, pero eso no quiere decir que a todo el mundo le pase ni que deba ser un alimento desaconsejado en la dieta. Cualquier alimento puede sentarnos mal de forma individual sin que esto sea extrapolable al resto.
Otro elemento que podría ser el culpable de una mala digestión asociada incorrectamente a la lechuga es el exceso de sal. La sal también hace que retengamos más líquidos, por lo que si la tomamos en abundancia es posible que nos llegue a sentar mal.
Como conclusión, no debemos tenerle miedo a la lechuga. De hecho, es una gran aliada en nuestros platos por todas las vitaminas y minerales comentados anteriormente, así como por su enorme poder saciante.
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