¿Son mejores los edulcorantes que el azúcar?

Los edulcorantes son unos de los aditivos más polémicos que existen, ya que su papel sobre la nutrición y la alimentación saludable siempre ha generado ciertas dudas.

Si tenemos en cuenta que su único propósito es el de mejorar el sabor de los alimentos, podríamos pensar fácilmente que es un tipo de aditivo innecesario o al menos prescindible en la producción de alimentos. Y es normal, ya que los edulcorantes no sirven para protegernos de intoxicaciones alimentarias y del deterioro de los alimentos como hacen otros aditivos, sino que su único propósito es el de maquillar productos alimenticios.

Los más habituales son los que encontramos en refrescos light o tipo Zero.

¿Edulcorantes o azúcar?

¿Son mejores los edulcorantes que el azúcar para endulzar alimentos? Realmente la respuesta es complicada, ya que depende mucho de cuál sea el objetivo para utilizar los edulcorantes en nuestra rutina diaria. Si estamos ante una estrategia de pérdida de peso, el uso de edulcorantes puede ser una herramienta interesante hasta cierto punto para reducir el número de calorías que ingerimos.

Sin embargo, esto puede llegar a ser un arma de doble filo, ya que los edulcorantes nos mantienen enganchados al sabor dulce. Los edulcorantes no están en manzanas o guisantes, porque no los necesitan. Se añaden habitualmente en productos de muy mala calidad nutricional, como bollería, galletas, dulces, refrescos, chocolates y otros ultraprocesados que buscan mantenernos pegados a su sabor.

Además de esta dependencia prolongada al sabor dulce, los edulcorantes también plantean ciertas dudas sobre la relación que tienen con la microbiota humana.

Los edulcorantes podrían alterar la microbiota

Nuestra microbiota, entendida como la comunidad de microorganismos que tenemos en nuestro cuerpo, también siente y puede verse alterada ante ciertos problemas de salud y la ingesta de determinados alimentos. En este caso, parece que ciertos edulcorantes podrían alterar el bienestar de nuestra microbiota, haciendo que estemos predispuestos a un peor estado de salud.

Sobre todo, los problemas que parecen tener los edulcorantes están relacionados con la inflamación intestinal y problemas digestivos varios. Tal es el caso que, los polialcoholes (un tipo de edulcorantes) deben añadir de forma obligatoria por legislación un aviso en los productos que los contienen: “un consumo excesivo de este producto puede producir efectos laxantes”.

Por lo tanto, no, los edulcorantes no serían mejor que el azúcar, deberíamos evitar ambos.

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Diferencia entre transgénico y OMG

Seguro que has oído hablar muchas veces de los organismos modificados genéticamente y los transgénicos, o al menos te suenan estos términos. Ambos se suelen utilizar indistintamente, aunque lo cierto es que significan cosas diferentes.

Lo cierto es que no son exclusivos del mundo de la alimentación, pero suelen utilizarse referidos a alimentos habitualmente generando además muchas dudas e incertidumbre entre los consumidores.

Lo primero que debemos conocer es la diferencia entre organismo modificado genéticamente (OMG) y transgénico. El primero de estos términos hace referencia a un organismo que ha visto modificado su material genético mediante ingeniería genética. Esto se hace por ejemplo en algunos cultivos para hacerlos resistentes a ciertas plagas, o también para desactivar características indeseables de ciertos vegetales.

Por otro lado, un transgénico hace referencia a aquel organismo modificado genéticamente que posee traspaso de genes entre diferentes especies, por lo que sí hay un intercambio de material genético. En el caso del organismo modificado genéticamente no existe un traspaso de genes entre especies diferentes.

Este matiz es importante, ya que significa que todos los transgénicos son organismos modificados genéticamente (OMG), pero no todos los organismos modificados genéticamente tienen por qué ser transgénicos. De hecho la mayoría únicamente ven modificado su propio genoma en función del objetivo tecnológico que se persigue.

Una vez dicho esto, debemos saber que en la Unión Europea apenas existen organismos modificados genéticamente para la venta. Únicamente existen unas pocas variedades vegetales aptas para el cultivo, siendo la venta todavía más difícil. De hecho, algunos municipios de España se declaran como “libres de transgénicos” por el temor que estos alimentos infunden.

Sin embargo, lo cierto es que las evidencias científicas actuales no consideran a los transgénicos ni a los organismos modificados genéticamente una amenaza para la salud humana, sobre todo teniendo en cuenta que estos deben pasar muchos más controles que los alimentos y productos convencionales.

Algunos transgénicos como el arroz dorado permitirían combatir déficits nutricionales en poblaciones sensibles, ya que es un alimento que se consigue sintetizando los precursores de beta-caroteno en las partes comestibles del grano de arroz, es decir, vitamina A. Este alimento se creó para combatir la mortalidad y ceguera infantil por deficiencia de esta misma vitamina.

Uno de las preguntas más repetidas es por la soja transgénica. Debemos aclarar que dentro de la Unión Europea este tipo de soja está prohibida para consumo humano, ni en tofu, ni en tempeh, ni en soja texturizada, ni en leche de soja la encontraremos. Más del 95% de la soja, también transgénica, se utiliza para alimentar a animales de granja a través de sus piensos.

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¿Cuánta sal es saludable al día?

La sal es uno de los ingredientes más polémicos en lo que respecta a alimentación y salud. Aunque bien es cierto que el azúcar lleva varios años cobrando todo el protagonismo, la sal también suele ser motivo de preocupación respecto a su relación con la hipertensión y las enfermedades cardiovasculares.

Hablamos generalmente de sal como cloruro sódico, la conocida sal de mesa, aunque también existen otros tipos de sales como la sal yodada que se recomienda en aquellas poblaciones que puedan tener presente un déficit de yodo para prevenir enfermedades asociadas como el bocio.

Composición de la sal

Como decía, la sal de mesa que todos conocemos es químicamente cloruro sódico (NaCl). Dentro de este compuesto encontramos un 40% de sodio, el nutriente que es realmente de interés para evaluar la relación negativa de la sal sobre la salud humana.

Es importante destacar que nuestro organismo necesita pequeñas cantidades de sodio para llevar a cabo funciones metabólicas y hormonales, como por ejemplo el control de las membranas de nuestras células o el transporte de nutrientes. Por ello, el sodio no es un elemento químico del que debamos huir ni tener miedo. Lo que sí debemos es moderar su consumo en ciertas cantidades pero no eliminarlo al 100% de nuestra dieta ya que es necesario para vivir.

Debemos moderar el consumo de sodio ya que diferentes estudios a lo largo de los años han vinculado su ingesta elevada con un aumento de la presión arterial o hipertensión, siendo factor de riesgo contrastado en relación a diferentes enfermedades un conocido del sistema cardiovascular, así como otras muchas enfermedades metabólicas.

Las evidencias en contra de la sal

Algunos estudios científicos arrojan conclusiones importantes en relación a los efectos negativos de la sal sobre la salud. De hecho, existen evidencias que apuntan a la reducción de la presión arterial ante una reducción moderada de sal, por ejemplo pasando de 5 a 3 g o de 1 a media cucharadita al día.

Sin embargo, por el momento no existe consenso científico sobre el proceso metabólico que se produce durante este mecanismo, ya que se aprecian diferencias entre las personas que participaron en los diferentes estudios. Por ejemplo, si los sujetos del estudio ya contaban con un estado de hipertensión previo, sus parámetros saludables eran más fácilmente mejorables.

Actualmente existen recomendaciones concretas sobre el consumo de sal emitidas desde autoridades de referencia como EFSA (Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria). Estas recomendaciones fijan un consumo máximo recomendado de 5 g de sal al día, unos 2 g de sodio aproximadamente o la cantidad equivalente a una cucharilla pequeña.

Según datos de la propia EFSA, la ingesta media de sal varía mucho en los diferentes países de la Unión Europea, oscilando entre 8 y 15 g al día. España ocupa posiciones bastante elevadas con un consumo aproximado de 12 gramos de sal diarios de media, más del doble de lo recomendado.

La reducción de sal resulta beneficiosa

Durante los últimos años la sal ha sido bastante controvertida, ya que muchas personas señalaban que su impacto negativo hacia la salud no era para tanto como se creía. Sin embargo, las últimas evidencias científicas parecen apuntar a que sí es importante vigilar su consumo, ya que resulta ser crucial en los problemas de hipertensión que a su vez son factor de riesgo de las enfermedades cardiovasculares.

Por ello, las estrategias de reducción de sal en los productos alimenticios podrían resultar útiles para disminuir el impacto negativo de la salud hacia nuestra salud. Sin embargo, debemos tener en cuenta que la sal solo es un factor entre tantos, por lo que no debemos despistarnos con otros ingredientes insanos y culpar a la sal de todo.

Para mí, el principal problema sobre el consumo de sal se encuentra en aquellos productos que contienen sal sin que nos demos cuenta y no tanto en la que añadimos intencionalmente a la comida o mientras cocinamos. Esto sucede con muchos ultraprocesados, al igual que pasa con el azúcar oculto, donde debemos fijarnos bien leyendo el etiquetado alimentario para darnos cuenta de las cantidades de sal que realmente contienen estos productos.

Por otro lado, también puede ser interesante utilizar puntualmente algunas sales bajas en sodio o ricas en potasio para complementar la ingesta de micronutrientes. De esta forma ayudaremos a equilibrar el balance de minerales de nuestro organismo entre el sodio y el potasio.

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Etiquetado: pistas para descubrir si un producto es saludable

Saber cuándo estamos ante un producto realmente saludable en el supermercado es cada vez más difícil. Los reclamos de marketing y publicidad agresiva que contienen muchos alimentos dificultan enormemente la comprensión profunda de la naturaleza de los alimentos, sus ingredientes, y las implicaciones reales que su consumo puede tener hacia nuestra salud a largo plazo.

Por ello, nos puede resultar muy útil conocer una serie de claves para ayudarnos a identificar de forma mucho más rápida si un producto del supermercado es realmente saludable o no lo es. A continuación te las cuento.

Huye de falsos reclamos

Los alimentos saludables no necesitan presumir de que lo son. Graba a fuego esta frase en tu cabeza, ya que puede ayudarte a descartar un montón de productos envasados que presumen mucho de las vitaminas y minerales que contienen, pero que realmente no tienen ni una pizca de saludable.

Esta suele ser la táctica habitual que sigue el marketing de los ultraprocesados, productos alimenticios de una pobre calidad nutricional que contienen grasas y harinas refinadas, así como altas dosis de sal y azúcar añadido.

Cuando nos enfrentamos al envase de estos productos, solemos ver grandes reclamos como “sin azúcar añadido”, “0% materia grasa” o “bajo en sal” que muchas veces intentan desviarnos de lo verdaderamente importante: la calidad nutricional del producto.

Normalmente poco importa si un ultraprocesado ha reducido un poquito la sal que tiene añadida o si modifica los azúcares añadidos por edulcorantes, ya que el producto sigue sin ser saludable al no aportar ningún nutriente de interés.

Debemos evaluar siempre un alimento por el conjunto de nutrientes y materias primas con las que está elaborado, y no por ingredientes sueltos que no nos permiten clasificar correctamente si un producto alimenticio es saludable o no.

Lee la lista de ingredientes

La mayoría de consumidores no saben todavía que revisar el listado de ingredientes es el primer paso (y el más importante) a la hora de evaluar lo saludable que es un producto alimenticio envasado.

De esta forma tendremos acceso rápidamente a toda la información nutricional que realmente nos interesa, pudiendo detectar aquellos ingredientes de los que debemos huir como azúcar y sal en altas cantidades, o harinas refinadas y aceites de mala calidad.

El listado de ingredientes es obligatorio por legislación, y suele aparecer en la parte trasera del envase, por lo que siempre lo vas a tener a tu disposición. Además, debe contener los ingredientes por orden decreciente (de más a menos) en función de cuánto aporta cada ingrediente a la composición global del producto.

Por ello, si encontramos ingredientes insanos en las primeras posiciones sabremos inmediatamente que su cantidad es bastante elevada en el producto, por lo que no nos interesará consumirlo si estamos preocupados por nuestra salud.

La tabla nutricional no es lo más importante

De la mano con lo que comentaba anteriormente, también encontramos la tabla nutricional como uno de los elementos que deben aparecer obligatoriamente por legislación en todos los productos y alimentos envasados.

Esta tabla contiene datos numéricos sobre la cantidad de grasas, grasas saturadas, proteínas, hidratos de carbono y azúcares simples, así como otros nutrientes de interés como la sal, fibra dietética o algunas vitaminas y minerales destacados.

Consultar esta tabla en primer lugar es un error, porque no nos va a permitir conocer el valor real de un nutriente dentro de la composición global del alimento. Por ejemplo, los azúcares que aparecen en esta tabla siempre suman el azúcar añadido con el que ya poseen los alimentos de forma natural, también conocido por azúcar intrínseco. Este último tipo de azúcar no supone un problema para la salud, por lo que no debemos huir de él, sino de los azúcares añadidos.

De esta forma, consultar únicamente la tabla nutricional puede ser confuso para la mayoría de los consumidores. Además, no suelen contener datos exactos, ya que estos valores numéricos se calculan habitualmente por aproximación con tablas de referencia de nutrientes. No es obligatorio que cada producto alimenticio que sale a la venta tenga un análisis de composición nutricional que garantice con precisión milimétrica la cantidad de todos sus nutrientes. Por ello, debemos coger estas cifras con pinzas y priorizar la consulta del listado de ingredientes.

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Dátiles: 5 motivos para comerlos

Los dátiles son uno de los alimentos con mayor popularidad en los últimos tiempos, ya que se han convertido en una alternativa saludable al azúcar refinado en infinidad de productos y recetas dulces.

Por ello, los dátiles presentan una serie de ventajas nutricionales bastante interesantes. Aún así, debemos recordar que son un alimento bastante calórico, por lo que su consumo debe ser moderado y adaptarse a nuestro estilo de vida y a la frecuencia con la que practicamos actividad deportiva.

  • Tienen un alto contenido en fibra. La fibra dietética nos ayuda a regular el tránsito intestinal, así como a incrementar nuestra saciedad o sensación de llenado en el estómago. Por ello, los dátiles se convierten en un gran aliado para controlar nuestro apetito. Respecto al contenido en fibra dietética, los dátiles nos aportan unos 7,1 gramos de fibra por cada 100 gramos de alimento.
  • Son ricos en potasio. Este mineral cumple con importantes funciones en el organismo, como por ejemplo contribuir al correcto funcionamiento del sistema nervioso. También ayuda a la contracción de nuestros músculos y a que el ritmo cardíaco se mantenga constante. Por otro lado, interviene en ciertos procesos metabólicos a nivel celular que se encargan del transporte de nutrientes. Los dátiles destacan con un contenido abundante de magnesio, aproximadamente 677 mg por cada 100 gramos de alimento.
  • También tienen cantidades interesantes de magnesio. El magnesio también interviene y ayuda a desempeñar correctamente ciertas funciones a nivel del sistema nervioso. Además, ayuda a mantener un sistema inmunitario saludable, mantiene constantes los latidos del corazón y ayuda a que nuestros huesos permanezcan fuertes. La cantidad de magnesio presente en los dátiles es de 58 mg por cada 100 gramos de alimento.
  • Destaca en niacina o vitamina B3. Esta vitamina perteneciente al grupo B nos ayuda a mantener un correcto funcionamiento del aparato digestivo, la piel y también los nervios. Por otro lado, también interviene en muchas reacciones metabólicas que transforman los alimentos que ingerimos en energía. La cantidad de niacina aportada por los dátiles es de 1,7 mg por cada 100 gramos de alimento.
  • Alto en energía y recomendado para deportistas. Algo que podría ser negativo en algunos grupos de la población, como por ejemplo personas con exceso de peso, puede llegar a ser beneficioso en otros colectivos. Este es el caso de los dátiles y los deportistas, ya que al ser un alimento calórico saludable puede ayudar a obtener mucha energía de forma sencilla para afrontar rutinas deportivas muy exigentes e intensas. Los dátiles aportan una cantidad aproximada de 288 Kcal por cada 100 gramos de alimento.

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¿Por qué es importante mantener la cadena de frío?

“¡No rompas la cadena del frío!” Seguro que esta frase resuena en la cabeza de más de una persona, ya que es algo que venimos escuchando desde nuestra infancia en relación a la conservación de los alimentos.

Y es normal, ya que el frío es un elemento muy importante que permite que nuestra comida dure más tiempo y en mejores condiciones. Pero, ¿sabes por qué realmente el frío prolonga la vida útil de los alimentos?

Qué es la cadena del frío

Cuando hablamos de “cadena del frío” hacemos referencia a mantener en todo momento los alimentos que necesitan frío dentro de la nevera, o bien a que estos permanezcan el menor tiempo posible a temperatura ambiente. Al menos este es su significado en el ámbito más cotidiano.

Si hablamos a nivel de industria, lo cierto es que mantener la cadena del frío se convierte en una tarea fundamental. La industria alimentaria debe garantizar en todo momento la correcta conservación de los alimentos. Esto hace referencia a todas las etapas del proceso de producción de alimentos: desde que se fabrican, producen, envasan y distribuyen, pasando por el mercado y supermercado, hasta que llegan a nuestra mesa.

Pero, ¿realmente el frío es tan importante para conservar la comida? Lo cierto es que sí lo es, ya que minimiza las posibilidades de que suframos intoxicaciones alimentarias.

La importancia del frío en la conservación de alimentos

Lo cierto es que mantener los alimentos en frío es mucho más importante de lo que parece, de hecho en la industria alimentaria es algo que se vigila hasta el más mínimo detalle.

Esto es debido a que la temperatura, junto al tiempo, es una de las variables clave que intervienen en los procesos de conservación de los alimentos, y va ligada al posible desarrollo de microorganismos patógenos.

Como sabrás, en la naturaleza existen multitud de microorganismos. Algunos pueden ser beneficiosos para nuestros organismo, de hecho muchas especies forman parte de nosotros a través de la microbiota. Sin embargo, también existen otros microorganismos que son llamados patógenos porque son capaces de provocarnos enfermedades a través de las intoxicaciones alimentarias.

Estos microorganismos son capaces de desarrollarse en un rango muy amplio de temperatura, e incluso algunos también lo hacen en temperaturas de refrigeración. Sin embargo, no es el caso de la mayoría, donde ven ralentizada su actividad y multiplicación gracias al efecto del frío. En el caso de la congelación, la actividad de los microorganismos se ve paralizada, por eso duran tanto tiempo los alimentos congelados.

Por todo esto, resulta sumamente importante que ciertos alimentos y productos sean conservados en el frigorífico. Estamos hablando de los platos preparados o sobras de comida, los alimentos o conservas una vez abiertos o desprendidos del envase, y también aquellos alimentos y materias primas que por su sensibilidad necesitan frío en todo momento, como los alimentos crudos y vegetales ya cortados y desprovistos de su cáscara o corteza.

Los alimentos se degradan de forma natural

Además de los microorganismos, los alimentos también sufren procesos naturales de degradación que pueden verse incrementados con factores ambientales como la humedad, luz o temperatura. Algunos de ellos son la oxidación, la pérdida de peso por evaporación de agua, o la putrefacción en casos más extremos. En algunos de estos procesos pueden intervenir los microorganismos, pero en otros no necesariamente.

Por normal general, se recomienda que los alimentos y productos que necesitan frío no permanezcan más de dos horas a temperatura ambiente. Sin embargo no existe una cifra mágica. Lo ideal es refrigerar los alimentos cuanto antes, sobre todo cuando volvemos de la compra. Este suele ser uno de los puntos más críticos que puede echar a perder nuestra comida.

Por otro lado, también debemos tener en cuenta las épocas del año que ven incrementadas las temperaturas, como es el caso del verano. En estos periodos el almacenamiento de alimentos en el frigorífico cobra más importancia todavía, así que debemos llevar cuidado con no dejar ciertos productos demasiado tiempo fuera de la nevera. De esta forma estaremos evitando la multiplicación de los posibles microorganismos patógenos que hayan llegado a los alimentos debido a una mala manipulación en casa o algún despiste higiénico. Siempre es mejor ser todo lo precavidos que podamos en estos casos para evitar intoxicaciones alimentarias.

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¿Cuál es el mejor tipo de chocolate?

El chocolate es uno de los alimentos más queridos por todos, indudablemente. Por desgracia, generalmente, es un producto alto en calorías y azúcares añadidos que debería consumirse lo menos posible en el contexto de una dieta saludable.

Sin embargo, no todos los chocolates son así. Existen chocolates con altos porcentajes de cacao que podrían tener una presencia mayor en nuestra dieta sin ningún problema, aproximadamente a partir del 75% de cacao podemos considerar que un chocolate es saludable.

Para empezar, debemos saber que a nivel legal existen varias definiciones que nos dicen qué es exactamente el chocolate. Según la reglamentación técnico-sanitaria sobre los productos de cacao y chocolate en España, el chocolate es el producto obtenido a partir de productos de cacao y azúcares que debe contener un 35% como mínimo de materia seca total de cacao, del cual un 18% como mínimo será manteca de cacao (la grasa del cacao) y un 14% como mínimo materia seca de cacao desgrasado.

Partiendo de esta definición, podemos encontrar multitud de tipos y posibilidades en lo que a chocolate se refiere, aunque las categorías más básicas son el chocolate blanco, chocolate con leche y chocolate negro.

Chocolate blanco

El chocolate blanco es uno de los tipos de chocolate más polémicos, ya que algunas personas dicen que no debería considerarse como chocolate. ¿Por qué? Pues porque realmente no contiene la parte magra del cacao, que es aquella relacionada con beneficios saludables asociados a sus polifenoles.

El chocolate blanco está elaborado a partir de la manteca del cacao, es decir, la parte grasa. Sin embargo, no contiene nada de la parte magra del cacao que es la responsable de su característico color marrón oscuro. Por ello, el chocolate blanco tiene una tonalidad muy diferente a otros tipos de chocolates.

Además de la manteca de cacao, el chocolate blanco también puede contener leche en diferentes formatos. Según la reglamentación técnica del cacao, el chocolate blanco es el producto obtenido a partir de manteca de cacao, leche o productos lácteos y azúcares que debe contener, como mínimo, un 20% de manteca de cacao y, al menos, un 14% de extracto seco de leche, del que un 3,5% como mínimo corresponderá a materia grasa láctea.

Si hablamos de nutrición y salud, probablemente el chocolate blanco sea el tipo de chocolate menos saludable, ya que está compuesto por una elevada cantidad de azúcares añadidos y de grasa, siendo un producto muy calórico y con pocos nutrientes de interés.

Chocolate con leche

A medio camino encontramos el chocolate con leche, el tipo de chocolate probablemente más consumido y el más reconocible por todo el mundo.

El chocolate con leche sí que posee la parte magra del cacao, de hecho por legislación debe contener un porcentaje mínimo de cacao. Según la reglamentación técnica del cacao, el chocolate con leche es el producto obtenido a partir de productos de cacao, azúcares y leche o productos lácteos que debe contener como mínimo 25% de materia seca total de cacao, un 14% de extracto seco de la leche, un 2,5% de materia seca y desgrasada de cacao, un 3,5% de materia grasa láctea y un 25% de materia grasa total (sumando la manteca de cacao y la materia grasa de la leche).

Podríamos decir que este chocolate es un poco mejor que el chocolate blanco, en lo que a nutrición se refiere. Sin embargo, sigue sin poderse considerar como un alimento saludable ya que posee enormes cantidades de azúcares añadidos que lo convierten en una auténtica bomba calórica.

Chocolate negro

Por último encontramos el chocolate negro, el cual esconde un secreto interesante detrás. Y es que, realmente, la denominación “chocolate negro” no está recogida por la legislación al contrario de lo que ocurre con “chocolate blanco” y “chocolate con leche”.

En la mayoría de ocasiones, el término “negro” se utiliza en el chocolate como un reclamo de marketing que se asocia a una mayor calidad nutricional, sin embargo no tiene por qué ser así. Un chocolate que indique “negro” en la portada puede seguir conteniendo enormes cantidades de azúcar.

Por ello, de lo que debemos hablar es de chocolates con alto porcentaje de cacao, y no de chocolate negro. Como comentaba antes, un buen chocolate es aquel que contiene como mínimo un 75% de cacao aproximadamente. A partir de ahí, cuanto más chocolate tenga más saludable será por los polifenoles de la parte magra del cacao.

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Sin azúcar añadido: ¿qué significa realmente?

Seguro que alguna vez te has preguntado si toda la información que aparece en el etiquetado de los alimentos es correcta, y también si está controlada de alguna forma o bien si las empresas pueden poner lo que quieran para llamar nuestra atención.

Muchas veces parece que es así, ya que el bombardeo del marketing y la publicidad en los productos de peor calidad nutricional es constante. Incluso en los productos dirigidos a la población infantil, el grupo más vulnerable a este tipo de ultraprocesados.

Sin embargo, lo cierto es que algunos reclamos del envase sí que están debidamente regulados y solamente pueden indicarse si se cumplen ciertas condiciones. Uno de ellos es el término “sin azúcar añadido” que hace referencia a uno de los ingredientes más polémicos en los últimos años: el azúcar.

¿Qué significa sin azúcar añadido?

Según el Reglamento de la Unión Europea 1924/2006 relativo a las declaraciones nutricionales y de propiedades saludables en los alimentos, el reclamo “sin azúcar añadido” es una de las frases que puede indicarse de forma voluntaria en el etiquetado de los alimentos para destacar esta característica.

Para poder hacerlo, el producto en cuestión debe cumplir con algunos requisitos fundamentales que marca la legislación. Concretamente, solo puede declararse que no se han añadido azúcares a un alimento, así como efectuarse cualquier otra declaración que pueda tener el mismo significado para el consumidor, si no se ha añadido al producto ningún monosacárido ni disacárido, ni ningún alimento utilizado por sus propiedades edulcorantes.

Este último punto resulta muy importante, ya que en ocasiones algunos fabricantes añaden miel o zumos de frutas a un producto y siguen utilizando el reclamo “sin azúcares añadidos”. Esto incumple la legislación, ya que como he comentado no puede utilizarse esta declaración en un producto que utilice alimentos con propiedades endulzantes.

Azúcares naturalmente presentes

Por otro lado, es habitual que encontramos una coletilla en el etiquetado relacionada con la presencia natural de azúcares que tienen algunos alimentos.

Esto se hace porque, al utilizar el etiquetado de “sin azúcares añadidos” y revisar la tabla de valoración nutricional, podemos encontrar en el apartado de azúcares justo debajo de los hidratos de carbono cierta cantidad de azúcares.

Es importante matizar que el producto solamente contiene azúcares naturalmente presentes, como los que puede tener una fruta en su interior, un azúcar que en principio será saludable. Otro asunto es si estamos hablando de zumos de frutas o miel, en cuyo caso estaremos ante azúcares libres, considerados insanos por instituciones de referencia como la OMS.

El problema de los edulcorantes

Realmente, que un producto no tenga azúcares añadidos es algo positivo para nuestra salud. Sin embargo, la triste realidad es que en la mayoría de ocasiones estos productos suelen sustituir el azúcar por edulcorantes que siguen manteniendo el sabor dulce del alimento.

Como ya he contado en varias ocasiones, los edulcorantes hacen que sigamos enganchados al sabor dulce ya que alteran nuestro umbral del dulzor. Esto provoca que sigamos consumiendo productos dulces de mala calidad nutricional a lo largo del tiempo, ya que seguimos dependiendo de su dulzor en exceso sin disfrutar de los auténticos sabores de la comida.

Además, los edulcorantes de tipo polialcohol pueden ser perjudiciales para nuestra microbiota intestinal. Su consumo se relaciona con una peor calidad de la comunidad de microorganismos que conviven con nosotros, por lo que su consumo es más que desaconsejable. De hecho, es obligatorio por legislación indicar una muletilla de “su consumo excesivo produce efecto laxante” en los productos que contienen cierta cantidad de polialcoholes.

¿Sirve realmente el “sin azúcar añadido”?

Podríamos pensar que utilizar este reclamo es algo positivo en general para que los consumidores estemos mejor informados, o al menos para que podamos obtener una idea general del producto que tenemos enfrente antes de echarlo al carrito de la compra.

Sin embargo, lo cierto es que el reclamo “sin azúcar añadido” se utiliza mayormente en productos de una pobre calidad nutricional, como snacks, dulces, bollería, refrescos, golosinas y un listado sinfín de productos similares.

Por ello, realmente nos importa poco si estos productos tienen o no azúcares añadidos, ya que con una alta probabilidad contendrán edulcorantes que nos seguirán enganchando al sabor dulce y que, en definitiva, no aportarán ningún nutriente de interés a nuestro organismo.

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Cómo identificar el azúcar oculto en las etiquetas

El azúcar es uno de los ingredientes más polémicos de los últimos años. Y no es para menos, ya que su consumo prolongado en el tiempo se asocia con múltiples enfermedades metabólicas como la obesidad, dolencias cardiovasculares, diabetes, además de cáncer.

Otro de los puntos más problemáticos que plantea este componente es su presencia abrumadora en muchísimo productos de pésima calidad nutricional, los llamados ultraprocesados como snacks, bollería, galletas y otros dulces de consumo habitual entre la población. Por ello, conviene conocer cómo podemos identificar el azúcar de forma correcta en el etiquetado de los alimentos.

La tabla de composición nutricional

Si nos fijamos en el etiquetado alimentario, puede llegar a ser complicado identificar de forma correcta cuál es la cantidad de azúcar que contiene un producto.

El primer impulso siempre es revisar la tabla de valoración nutricional, una información obligatoria según la legislación europea donde se indican las calorías y el porcentaje de los diferentes macronutrientes, como grasas, proteínas e hidratos de carbono.

A su vez, también es obligatorio indicar la cantidad de fibra alimentaria, grasas saturadas y azúcares, así como otros componentes. Y aquí es aquí donde se suele poner el foco, erróneamente, ya que no siempre la cifra de azúcar indicada en este apartado equivale a la cantidad real de azúcares que se han añadido al producto.

Esto es debido a que también se incluyen los azúcares naturalmente intrínsecos de los alimentos. En un yogur, por ejemplo, siempre veremos unos 3-4 gramos de azúcar en el etiquetado aunque este no lleve azúcares añadidos. En este caso concreto se incluye la lactosa, que es el azúcar natural de la leche y sus derivados.

Por ello, fijarse únicamente en la cantidad de azúcar de la tabla nutricional no tiene demasiado sentido. ¿Dónde debemos mirar entonces? Pues en el listado de ingredientes.

El listado de ingredientes

El listado de ingredientes es otro de los elementos de obligado etiquetado según legislación europea, y en él deben aparecer todas las materias primas y aditivos que han sido utilizados durante el procesado del alimento y que permanecen en el producto final.

Es aquí donde debemos poner el foco para localizar qué cantidad de azúcares añadidos tiene un producto. Sin embargo, no siempre podremos conocer la cantidad exacta, aunque sí hacernos una idea aproximada del porcentaje de azúcares añadidos que el alimento contiene.

Si el azúcar aparece en las primeras posiciones del listado, entonces estaremos ante un producto muy alto en azúcares. ¿Por qué? Pues porque el listado de ingredientes se escribe en orden decreciente en función del contenido. Es decir, que los ingredientes mayoritarios irán en las primeras posiciones encabezando el ranking. Por el contrario, los ingredientes minoritarios aparecerán en las últimas posiciones.

De esta forma, podremos hacernos una idea aproximada de si un producto alimenticio tiene mucho o poco azúcar. Por supuesto, no es un sistema perfecto ni mucho menos, pero es lo más efectivo que podemos hacer actualmente según se encuentra la legislación europea en materia de etiquetado e información al consumidor.

También tenemos los azúcares libres

Por otro lado, existen algunos alimentos que a pesar de no poseer azúcares añadidos de forma externa siguen sin ser saludables. Algunos ejemplos serían los zumos de frutas o la miel, alimentos que son ricos en lo que conocemos por azúcares libres.

¿Y qué son exactamente los azúcares libres? Pues están catalogados por la OMS como cualquier monosacárido o disacárido que comporta riesgos para la salud humana, siendo vinculados con enfermedades metabólicas como la diabetes, obesidad, enfermedades cardiovasculares, y distintos tipos de cáncer. Estos azúcares son perjudiciales para la salud porque están desprovistos de la matriz del alimento que los contiene, así como el resto de ingredientes saludables como la fibra. Esto es lo que sucede, por ejemplo, en el caso de los zumos de frutas.

Así que, realmente, el término “azúcares libres” incluye todos los azúcares añadidos que hemos comentado previamente y además también aquellos que son naturales de algunos productos como zumos o miel pero que no aparecen en el etiquetado alimentario en sus ingredientes.

Esto complica todavía más la localización y correcta interpretación de los azúcares en el etiquetado de los alimentos, uno de los problemas actuales y fallos más grandes que plantea la legislación alimentaria en la Unión Europea en materia de etiquetado.

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¿Existe el corte de digestión?

Desde hace muchos años se nos ha dicho que debemos guardar cierto tiempo de reposo después de comer y antes de bañarnos, sobre todo en épocas veraniegas en relación con la playa y las piscinas.

Sin embargo, el corte de digestión como tal no existe realmente. No es un engaño del todo, ya que sí puede darse un problema de salud asociado a los baños bruscos y relacionado con la temperatura del agua.

Qué pasa con el corte de digestión

Como decía, el corte de digestión no existe realmente. Cuando consumimos alimentos, nuestro organismo ejerce cierto esfuerzo para poder digerir y asimilar correctamente todos los nutrientes a partir de los alimentos, y esto puede llevar asociado un aumento de la temperatura en el aparato digestivo.

Sin embargo, y a pesar de la creencia popular, la digestión no se corta o paraliza cuando nos bañamos. Por ello, realmente podemos decir que el corte de digestión no existe, sino que se trata de un mito. Realmente deberíamos hablar de hidrocución, un trastorno relacionado con la inmersión acuática y la temperatura corporal, pero que no es exclusivo de la ingesta de alimentos.

Qué es el síndrome de hidrocución

La hidrocución es un síncope provocado por el cambio brusco de temperatura en el organismo cuando contactamos con agua muy fría o muy caliente, en relación a nuestra temperatura corporal.

Los síntomas de la hidrocución son dolor de cabeza, palidez, zumbido de oídos, visión borrosa, vómitos y náuseas, que pueden acarrear en los peores casos la pérdida del conocimiento. Además, existe un riesgo real de muerte por ahogamiento si nadie nos socorre y sufrimos este problema dentro de la piscina o del mar por la pérdida de conocimiento.

Por qué se relacion con la digestión

Aunque no es algo exclusivo de la ingesta de alimentos, el síndrome de hidrocución sí que guarda cierta relación ya que después de comer nuestro organismo concentra grandes cantidades de sangre en el sistema digestivo para llevar a cabo la absorción de nutrientes, vitaminas y minerales.

Esto provoca que la temperatura de nuestro cuerpo aumente. Si nos bañamos de forma inmediata, sumergiéndonos de golpe o en aguas muy frías, corremos el riesgo de padecer este síndrome que erróneamente se relaciona con un corte de digestión como decía.

Por “culpa” de la actividad física también podemos sufrir un síndrome de hidrocución, ya que es un momento especial donde nuestro cuerpo aumenta bastante la temperatura. El deporte también provoca un cambio rápido de la temperatura de nuestro cuerpo, por lo que corremos el riesgo de sufrir los mismos problemas que después de una abundante comida.

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