¿Qué es la microbiota y qué funciones tiene?

La palabra “microbiota” puede resultar un tanto extraña de primeras, ya que quizás no la hayas escuchado demasiado. A pesar de ello, es sumamente importante, y hace referencia a la comunidad de microorganismos que todos los seres humanos tenemos en nuestro intestino, conviviendo con nosotros y ejerciendo funciones claves para la salud.

Aunque no es algo decisivo, la relación entre microbiota y sistema inmune es muy alta incluso en las primeras etapas de la vida. De hecho, los bebés que nacen por parto vaginal comienzan con un sistema inmune más fuerte, al igual que ocurre con aquellos que se ven beneficiados de la lactancia. La leche materna presenta células inmunes específicas para la edad del recién nacido, por lo que favorecerá la producción y el crecimiento de bifidobacterias, muy relacionadas con las dolencias más frecuentes en esa etapa, como diarreas o catarros comunes.

Con los alimentos sólidos llega la proliferación de bacteroidetes, otra familia de bacterias muy importante en la microbiota. Como estas bacterias se alojan principalmente en la boca, significa que estamos creando una interesante barrera a los patógenos en el inicio del proceso digestivo. También se asientan los firmicutes, que están relacionados con una buena digestión de los hidratos de carbono. A partir de los tres años, la microbiota ya puede considerarse madura, es decir, su composición es muy similar a la del adulto.

En cuanto a la cantidad de bacterias, se calcula que la microbiota de un adulto está compuesta por más de 100 billones de microorganismos de 400 especies diferentes. Aunque hay hongos y levaduras en su composición, el 97-98% son bacterias. Puesto que el intestino grueso mide una media de 1,5 metros, y dado que estas bacterias viven en su mayoría en el primer tramo, el tamaño de nuestra microbiota es realmente pequeño.

Además de la función inmune, esta microbiota cumple con otras tareas: 

  • Ayuda a digerir algunos de los macronutrientes que llegan hasta el intestino grueso. Es decir, algunas grasas y aminoácidos, pero sobre todo se encarga de la fibra, donde se produce una fermentación que da lugar al butirato, acetato y propionato, unos ácidos que fortalecen a estas bacterias y al intestino en general por sus efectos antiinflamatorios.
  • Ayudan a producir vitaminas como la K y la B6.
  • Favorecen la absorción de pequeñas cantidades de calcio y de hierro.
  • Nos ayuda a reducir o incluso neutralizar algunas sustancias potencialmente tóxicas como los nitratos y nitritos.

Cuando el equilibrio homeostático de nuestra microbiota se rompe —es decir, la microbiota deja de ser constante en cantidad y variedad— hablamos de disbiosis intestinal, que está relacionada con un desajuste del sistema inmune y de la mucosa intestinal. Además, hay una relación de dependencia entre ellos: si nuestra microbiota goza de buena salud protegerá al mucus intestinal y las diferentes barreras, y viceversa.

Esta disbiosis está vinculada con las enfermedades inflamatorias del intestino, con intolerancias alimentarias e incluso con dolencias de los riñones, el hígado y el corazón. También se ha observado una mayor incidencia de la obesidad y la diabetes en personas con una microbiota debilitada.

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