En esta ocasión no os hablaré directamente de nutrición, pero otra de mis pasiones como muchxs de vosotrxs sabéis es el coaching personal, de hecho estoy haciendo un curso de Experto en Coaching Integral. Espero que estos artículos, esta temática también os interese. Hoy empiezo con un sencillo ejercicio pero que a mí, a base de repetirlo, me ha ayudado a mirar el día a día de otra forma, consiste en algo sencillo, pero que se nos olvida: DAR LAS GRACIAS.
Dar las gracias te ayuda a reconciliarte con lo cotidiano, con lo habitual, con lo rutinario, te ayuda a pararte a pensar que no todo te sale mal, que hay muchos, muchísimos aspectos positivos en tu vida que dejas pasar por alto porque las das por hecho.
Con el ejercicio que te propongo conseguirás positivizar, por lo menos un poquito, tu vida, con los primeros días de práctica te darás cuenta que la mayoría de las cosas que te ocurren son positivas, y que casi todo te sale bien. No se trata de ser un iluso y andar levitando porque la vida es maravillosa, sino de ser justo con tu existencia, con tus hechos y con los actos de los demás. Si destacas lo negativo, ¿qué razón hay para no destacar lo positivo?. Pero lo positivo en todo su conjunto. Así, si nos cabreamos porque una mañana la tostada se nos ha caído al suelo y además del lado de la mermelada, ¿por qué no damos las gracias todos los días en los que la tostada no se nos cae?. Son dos realidades que comparten la misma línea y, sin embargo, decidimos enfadarnos cuando acaba en el suelo y no alegrarnos cuando se queda en el plato. Parece injusto.
El listado de cosas que nos salen como deseamos al cabo del día es casi infinito: nos hemos levantado a la hora esperada, había agua caliente para ducharnos, la tostada definitivamente no se cayó, funciona la radio para escuchar las noticias, tengo cobertura en el móvil y he recibido un par de whatsapps cariñosos, el desayuno estaba tan rico como siempre, he llegado a tiempo al autobús, no me han echado del trabajo, el conserje me sigue saludando tan amable como cada día, he podido aportar mis ideas a mis compañeros, he podido picar algo a media mañana, el metro ha llegado puntual, he podido disfrutar de un libro que me está apasionando, mis amigos siguen contando conmigo para ir a hacer algo, hay un programa de televisión que me gusta y que puedo ver tranquilamente, tengo en la despensa plátanos, que me encantan, sigue saliendo agua del grifo para cepillarme los dientes, y un larguíiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiisimo etcétera.
¿Y lo mejor de todo sabes qué es?. Que todo esto funciona gracias a ti, a tu esfuerzo, a tu trabajo, a tu empatía, a tu capacidad para amar… No puede ser que, si una de estas cosas nos falla, nos hundamos en un profunda depresión o no dejemos hueco para pensar en otro asunto. Si un amigo nos falla o creemos que nos falla, no se puede caer todo el castillo de naipes. Tienes cientos de cosas que te van bien. Céntrate en ellas, no focalices en lo que te va mal, sino trata de resolverlo. Si la solución es prácticamente imposible, deja ese asunto por el momento, quizás en un futuro puedas recuperarlo. A veces las cosas necesitan madurar para saber mejor.
El ejercicio sería sencillo, anota en una libreta, en el móvil, durante una semana todas esas cosas, que por pequeñas que te parezcan han salido bien, y no pienses que tenían que salir bien, también podrían haber salido mal, no les restes importancia, no las minimices. Después de esta semana, ya no te hará falta anotar, verás, sentirás que hay muchas, muchísimas cosas que te van bien.