Mermelada y confitura: diferencias

Las mermeladas y confituras son productos procesados a partir de frutas que no poseen un perfil saludable, ya que las cantidades de azúcares añadidos que poseen son enormes.

En un primer vistazo es probable que no seamos capaces de distinguirlas. Sin embargo, resulta interesante cuáles son sus diferencias, ya que no es lo mismo una mermelada que una confitura. ¿Sabes distinguir ambos productos antes de echarlos a la cesta de la compra?

Qué es una mermelada

Si hablamos de mermelada, nos estamos refiriendo a una elaboración en la que se cuece la  fruta entera, troceada o triturada y posteriormente se incorpora el azúcar hasta conseguir una textura espesa.

De esta forma, la mermelada debe tener al menos un 30% de la fruta a partir de la cual se elabora, y una proporción de azúcares que puede variar entre el 40-59% de la composición total del producto.

¿Y la confitura?

Por otro lado, la confitura a diferencia de la mermelada es el resultado de la cocción con azúcar del puré o la pulpa de uno o varios tipos de fruta. Es decir, no incluye a la fruta entera a partir de la cual se elabora dicha confitura.

Para elaborar una confitura, esta debe contener al menos un 35% de fruta en el producto final acabado y sus azúcares deben tener una proporción mayor al 60%. Es decir, una cantidad mayor que la que posee la mermelada por legislación.

En este sentido, podemos afirmar que la confitura es menos saludable que la mermelada a pesar de contener un 5% más de fruta. Esto no hace que la mermelada sea una opción sana ni mucho menos, ya que la cantidad de azúcar que contiene sigue siendo elevadísima.

La legislación marca la diferencia

Según la legislación española estas son las diferencias entre ambos productos, pero eso no quiere decir que alguna de las dos opciones sea válida para consumir fruta de forma saludable.

La mejor forma de consumir fruta será siempre comer la pieza entera tal cual, o bien en trozos, pero intentando modificar lo menos posible la matriz del alimento en cuestión.

De esta forma los azúcares de la fruta seguirán siendo saludables gracias al conjunto de fibras y otros ingredientes saludables que encontramos en la fruta.

Además, la propia masticación al comer fruta entera nos aporta saciedad y contribuye a que asimilemos mucho mejor los nutrientes de la fruta: vitaminas, minerales, fibra y azúcares intrínsecos saludables.

¿Hay mermelada saludable? 

Podríamos pensar que las mermeladas cero azúcares serían las saludables, pero están hasta arriba de edulcorantes. Como ya hemos visto en otras ocasiones, los edulcorantes no son mejores que el azúcar, porque perpetúan el paladar dulce y además afectan a nuestra microbiota, a nuestra flora intestinal.

La única solución, aunque no sería mermelada, sería machacar nosotros la fruta y ponerla en el pan, sin añadir azúcar. Al no tener azúcar, la tendríamos que hacer al momento, ya que si la guardamos no nos duraría mucho tiempo.

Estaría bien cambiar la mermelada por hummus, guacamole, aguacate, crema de cacahuete, tomate y aceite de oliva, etc.

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Natural, artesano, de la abuela, ¿realmente significan algo?

El etiquetado de los alimentos envasados nos muestra muchas veces algunos términos cuyo significado es realmente difícil de comprender: “natural”, “artesano” o “de la abuela” son tan solo algunos ejemplos.

De hecho, muchos de estos conceptos ni siquiera están regulados legalmente, por lo que se utilizan más bien como reclamos de marketing para llamar la atención y fomentar las ventas de esos productos bajo un paraguas de dudosa legalidad.

Hablo de dudosa legalidad porque según el Reglamento 1169/2011 de la Unión Europea, la información facilitada en los envases alimentarios no debe inducir a error al consumidor, y esto es lo que sucede claramente con muchos de estos términos confusos.

Qué significa “natural”

La palabra natural tiene un halo de salud implícita que se aprovecha como reclamo para destacar que un alimento es más saludable que los de su competencia.

Sin embargo, realmente la palabra “natural” no significa nada. Actualmente vemos panes de molde etiquetados como “naturales”, cuando ya sabemos que estos no crecen precisamente de los árboles.

Salvo casos contados, como el yogur natural, no tiene ningún sentido denominar a un alimento “natural” como si eso fuera un valor añadido o un motivo de calidad extra para comprar el producto.

Actualmente no existe regulación legal sobre este término, por lo que cualquier alimento puede contener un “natural” bien grande en su envase. Desde bollería, snacks, embutidos hasta cualquier otro tipo de ultraprocesados que claramente no es saludable aunque incluya la etiqueta “natural”.

Por otro lado, el hecho de pensar que algo natural siempre es mejor, también es un error. Los diferentes procesos tecnológicos para conservar la comida como la pasteurización o el uso del frío son artificiales, hechos por el ser humano, y nos permiten que podamos consumir alimentos de forma segura sin intoxicarnos durante muchísimo tiempo.

¿Y artesano?

Con la etiqueta “artesano” sucede más de lo mismo, ya que no existen regulaciones legales que vigilen su uso en el etiquetado alimentario.

Bueno, realmente existe un único caso donde la palabra “artesano” sí que está regulada legalmente, y es en la Región de Murcia. En esta zona de España existe un organismo de artesanía encargado de otorgar un sello de calidad regulado legalmente en base a las prácticas tradicionales que se llevan a cabo para elaborar los diferentes productos alimenticios.

Por supuesto, esto no es garantía alguna de salud, ya que el término “artesano” puede utilizarse en turrones, chocolates y otros dulces típicos que son muy tradicionales pero no son saludables en absoluto. 

¿Hay abuelas cocinando en la industria alimentaria?

Por último tenemos el concepto “de la abuela”, una coletilla que se añade habitualmente en platos preparados, guisos y diferentes salsas como el tomate frito, por ejemplo.

Esto nos puede llevar a preguntarnos si realmente la industria alimentaria tiene contratadas a abuelas para preparar estos productos en sus fábricas. Obviamente no es así, ya que los procesos se llevan a cabo igual que el resto, utilizando maquinarias y tecnologías que permiten producciones a gran escala.

Sin embargo, este distintivo sirve inevitablemente para vender más, ya que está apelando a nuestras emociones y recuerdos familiares. La cocina de la abuela siempre se ha percibido como un signo de calidad y buen sabor, por lo que es lógico que la industria alimentaria lo utilice en su beneficio.

Esto sí, debemos ser conscientes una vez más que no significa absolutamente nada ya que no está regulado legalmente. Para identificar si un alimento es saludable o no debemos recurrir a la lectura de los elementos del etiquetado alimentario que son obligatorios por legislación, como el listado de ingredientes y la tabla de información nutricional.

En primer lugar, siempre debemos mirar el listado de ingredientes, ya que nos dará una noción de la cantidad que lleva aproximadamente cada ingrediente dentro de la receta total del producto. Esto se debe a que el listado de ingredientes aparece en orden decreciente (de más cantidad a menos), por lo que los ingredientes que aparezcan en las primeras posiciones serán los mayoritarios en el producto.

Posteriormente podemos complementar la información consultando la tabla nutricional, donde veremos datos numéricos que nos servirán para conocer de forma más concreta la cantidad de los nutrientes que componen el producto. Sin embargo, no debemos obsesionarnos con ello, ya que estos datos suelen ser calculados por aproximación y no son 100% exactos siempre.

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¿Es mejor comer menos por la noche y más por la mañana?

¿Es mejor comer poco por la noche y más por la mañana?

Seguro que has escuchado multitud de veces que el desayuno es la comida más importante del día y que es mejor no irse a la cama con la barriga llena. Y sí, esto puede tener cierto sentido, pero no es algo milagroso ni definitivo.

Es más importante lo que comes que cuando lo comes

Como siempre, todo dependerá de la calidad nutricional de los alimentos que comes. Si tu desayuno está basado en cereales azucarados, bollos, galletas y cacao azucarado y, aunque tu cena sea prácticamente nula, es muy probable que tu salud se vea mermada independientemente del horario de comidas e ingestas que lleves a cabo.

Además, debemos tener en cuenta los posibles déficits en nutrientes que entrañan este tipo de prácticas. Si haces un desayuno muy malo y no cenas apenas, realmente tienes muy poco margen para introducir alimentos saludables que te aporten todas las vitaminas y minerales que tu cuerpo necesita.

Por otro lado, la evidencia científica en relación al horario de las comidas es bastante limitada. Esto quiere decir que, por el momento, no hay consenso sobre si es mejor realizar 5 comidas que 3 o sobre si desayunar es algo definitivo para estar sano.

Así que, por el momento, las recomendaciones deben basarse en la lógica. Si eres una persona a la que no apetece desayunar, pues no hace falta que lo hagas. Ni poco ni mucho. Simplemente come cuando tengas hambre. Esto también hará que, si tus rutinas matutinas son poco saludables por todos los ultraprocesados ligados a la cultura del desayuno, te quites todos esos productos innecesarios de por medio.

Por otro lado, sí que hay ciertos estudios que confirman que irnos a la cama después de comidas muy copiosas y excesivas se relaciona con un peor descanso y una peor salud, ya que las digestiones serán muy pesadas y nos costará más conciliar el sueño.

En resumen: sí que es mejor cenar poco por la noche, pero no es imprescindible hacer una ingesta potente durante la mañana en el desayuno. Todo esto siempre debe considerarse como un consejo genérico, por lo que debemos tener en cuenta que no sirve para todas las personas.

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¿Importa el horario de las comidas?

Desde la infancia se nos ha venido inculcando la importancia de comer en ciertas horas concretas. “Desayuna como un rey, come como un príncipe y cena como un mendigo”. Seguro que esta frase te suena, ¿verdad? Pero, ¿realmente hay algo de cierto en esto? ¿Es necesario seguir esta rutina horaria para comer de forma saludable?

El horario es importante, pero no de esa forma

Realmente nuestro horario influye notablemente en nuestro estilo de vida, salud y forma de alimentarnos. Si descansamos mal, poco y tendemos a tener un horario más bien nocturno, nuestra salud puede verse mermada.

Esto se debe a lo que conocemos como ritmos circadianos, el equivalente a nuestro reloj biológico, que se encarga de controlar múltiples funciones relacionadas con el metabolismo, mantenimiento de los tejidos y salud en general.

Sin embargo, cada vez tenemos más evidencias científicas que sugieren que el horario de las comidas no es tan importante como creíamos hace años. Al menos en lo que concierne a la hora como tal en la que realizamos nuestras ingestas.

Qué pasa con el desayuno

El desayuno, por ejemplo, ha sido uno de las ingestas más polémicas en los últimos años. Calificado como “la comida más importante del día”, el desayuno tiene ligada una fuerte cultura alrededor, con productos típicos como leche con galletas y cereales.

En este sentido, sabemos que el desayuno no es imprescindible. Es perfectamente posible no desayunar y estar saludable, y al contrario también. Lo importante como siempre será la calidad nutricional de los alimentos que comas: más fruta y vegetales y menos ultraprocesados.

El número de comidas puede ser variable

En relación al horario de las comidas, el número de las mismas también ha sido siempre un objeto importante de debate. Para muchas personas, las comidas siempre han tenido que ser 5: desayuno, almuerzo, comida, merienda y cena. Sin embargo, ahora sabemos que no es estrictamente necesario alcanzar las 5 comidas para alimentarse de forma saludable.

Comer 3 veces al día, también puede relacionarse con buenos hábitos saludables. Eso sí, para aquellas personas que tienen problemas de ansiedad al comer, siempre será más recomendable aumentar el número de ingestas diarias, para así controlar el hambre de forma más efectiva a lo largo del día.

Por otro lado, un aspecto muy importante a la hora de alimentarnos es la adherencia. Es decir, la capacidad que tenemos para adaptarnos a un cambio en nuestra dieta y mantenerlo a lo largo del tiempo, que no sea algo puntual. Por ello, debemos siempre buscar formas de alimentarnos que se adapten a nuestro estilo de vida y que sean sostenibles en el tiempo. Esto tiene mucho que ver con el horario y el número de comidas.

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¿La comida pierde nutrientes al congelarse?

La respuesta rápida es que no: la congelación de los alimentos no tiene por qué suponer su empeoramiento nutricional o una pérdida considerable de nutrientes. Eso sí, siempre que los alimentos se congelen y se descongelen correctamente.

La ultracongelación es diferente

Hay que diferenciar entre la ultracongelación, en la que se baja de golpe a -18 grados y donde el agua interna de los alimentos se congela inmediatamente conservando todas las propiedades, y la congelación que realizamos en nuestro congelador de casa, en la que los alimentos se congelan poco a poco de fuera hacia dentro. Son procesos muy diferentes, por lo que ultracongelar en la industria alimentaria siempre va a ser mucho más eficaz.

Cómo congelar en casa

Para congelar alimentos en casa, lo más importante es usar los recipientes adecuados, como tuppers bien cerrados, tarros o bolsas que permitan hacer el vacío y que la comida adopte la forma más plana y uniforme posible. De esta forma el frío se transmitirá por igual a todas las partes del alimento.

Congelar alimentos es una forma perfecta de alcanzar dos objetivos. Por un lado, reducir el desperdicio de alimentos ya que permite alargar la vida de la comida que nos sobra. Por otro, aumenta la variedad de nuestra alimentación al permitir consumir comidas preparadas anteriormente. Todo ello teniendo en cuenta que el frío ralentiza y, en el caso de la congelación, paraliza el crecimiento de microorganismos patógenos capaces de enfermarnos que pueden estar en los alimentos.

Una forma cómoda de tener alimentos sanos siempre a mano

La congelación se puede llevar a cabo también antes de cocinar los alimentos, por ejemplo con verduras cortadas y ya listas solo para echar a la sartén. Esto permite prolongar la vida útil y tener vegetales saludables siempre a mano. Así favorecemos el consumo de alimentos saludables y reducimos los ultraprocesados de nuestro entorno y nuestra alimentación.

Por lo tanto, si partimos de un alimento saludable, la congelación no es un problema a la hora de preservar sus nutrientes. Lo único que puede variar es la textura, sabores y aromas de algunos alimentos al descongelarlos.

Por ello, es importante que realicemos correctamente los ciclos de congelación y descongelación de los alimentos. Aunque, realmente, en el caso de muchas verduras y hortalizas que ya vienen congeladas, basta con echarlas directamente a la sartén y no es necesario descongelarlas previamente antes de cocinar.

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Grasas saturadas vs. insaturadas

Desde hace muchos años se nos lleva diciendo que las grasas saturadas son perjudiciales para la salud, mientras que aquellas insaturadas se relacionan con un mejor perfil saludable. Pero, ¿qué hay de cierto en esto? ¿Sabemos realmente cuál es la diferencia entre ambos tipos de grasas?

Qué es la grasa saturada

Los ácidos grasos saturados son aquellos que no poseen dobles enlaces de carbono en su estructura química. Esta particularidad química confiere a este tipo de grasa ciertas diferencias respecto a la grasa insaturada, como por ejemplo la propiedad de ser sólidas a temperatura ambiente.

El problema que presenta la grasa saturada es que se relaciona mediante diferentes estudios científicos con una mayor prevalencia de enfermedades cardiovasculares como infarto de miocardio, hipertensión o aterosclerosis, que es la obstrucción de nuestras arterias.

Qué es la grasa insaturada

Por otro lado, las grasas insaturadas son aquellas que tienen al menos un doble enlace entre los átomos de carbono de su estructura. Esto hace que los ácidos grasos insaturados sean líquidos a temperatura ambiente.

Además, encontramos dos tipos de grasas insaturadas que seguramente te resulten familiares: las monoinsaturadas y las poliinsaturadas. Como bien dice el nombre, los ácidos grasos monoinsaturadas son aquellos que únicamente poseen un doble enlace químico. Un ejemplo sería el ácido oleico, característico del aceite de oliva.

Por otro lado, los ácidos grasos poliinsaturados son aquellos que poseen más de un doble enlace químico.

Al revés de lo que sucede con las grasas saturadas, tanto las grasas monoinsaturadas como aquellas poliinsaturadas han mostrado ciertos beneficios saludables en la prevención de problemas cardiovasculares. Es decir, mientras que la grasa saturada empeora nuestra salud cardiovascular parece que la grasa insaturada la mejora.

Esto se relaciona también con el famoso colesterol bueno y colesterol malo, que realmente hace referencia a unas lipoproteínas que transportan el propio colesterol en nuestro organismo: las lipoproteínas LDL de baja densidad o “colesterol malo”, y las lipoproteínas HDL de alta densidad o “colesterol bueno”. Lo que sucede es que el consumo de ácidos grasos insaturados como los Omega-3 se relaciona con una mayor proporción de lipoproteínas de alta densidad o HDL, lo que se conoce popularmente como el “colesterol bueno”, un indicativo de salud en ciertas analíticas médicas.

De hecho, las lipoproteínas HDL se pueden considerar como el colesterol “bueno” porque un nivel saludable sirven para proteger contra los ataques cardíacos y los ataques cerebrales. La función concreta que cumplen las lipoproteínas HDL es transportar el colesterol hacia el hígado para que pueda ser metabolizado correctamente.

¿La sandía sin pepitas es transgénica?

Seguro que has oído hablar mucho sobre el origen de la sandía sin semillas. Y es normal, ya que este alimento lleva varios años presente en nuestros mercados de forma importante.

Esta variedad ofrece todo lo bueno de la sandía convencional: frescura y sabor dulce refrescante. Sin embargo, nos evita esas molestas pepitas o semillas que solemos desechar al masticar esta jugosa fruta.

Para arrojar algo de luz en el asunto, en este artículo os doy la respuesta al origen de esta fruta tan curiosa a la par que práctica.

¿Qué es un transgénico?

Antes de nada, debemos saber que un transgénico es un organismo genéticamente modificado que posee genes provenientes de otra especie diferente. En este sentido, se diferencia entre transgénico y organismo genéticamente modificado (OGM).

Un OGM ha sido alterado mediante ingeniería genética, pero no tiene por qué contener genes de una especie distinta. En muchos OGM se busca sencillamente eliminar o “cortar” un gen determinado para desactivar cierta característica indeseable de ese organismo.

Ni transgénicos ni OGM

Una vez aclarados estos términos, debemos saber que las sandías sin semillas ni son organismos genéticamente modificados ni son transgénicos. ¿Qué son entonces?

El origen real de las sandías sin semillas se debe a la propia selección agrícola de variedades vegetales de interés que los seres humanos hemos ido realizando a lo largo de los años. Aprovechando las mutaciones naturales de las plantas hemos cruzado aquellos ejemplares cuyas características más nos interesan.

Estas prácticas de hibridación y cruzamientos llevan realizándose miles de años, desde los inicios de la agricultura. Por ello tenemos actualmente tomates más turgentes, zanahorias naranjas, y otras muchas características que reconocemos en cualquier vegetal actual. En antaño su aspecto era bastante diferente.

El origen real de la sandía sin semillas

Sin embargo, en el caso concreto de la sandía sin semillas su origen es algo más reciente. De hecho, la sandía sin semillas fue desarrollada en Japón allá por el año 1939 y lleva siendo comercializada en otros países desde hace varias décadas.

Concretamente, la sandía sin semillas se obtiene mediante hibridación cruzando dos plantas cuyo juego de cromosomas es incompatible. Este proceso da lugar a una sandía estéril incapaz de producir semillas maduras.

Pero no te preocupes por esto, la sandía sin semillas es completamente segura y saludable. Contiene todas las vitaminas y minerales de su versión convencional por lo que podemos seguir disfrutando de ella sin problemas.

¿Los dátiles para endulzar son saludables?

Los dátiles son el fruto de moda entre los amantes de la alimentación saludable. Gracias a su extendido uso en la repostería casera nos permiten disfrutar de dulces con un perfil más saludable sin renunciar al sabor dulce.

Sin embargo, a veces nos confiamos con estas materias primas saludables y podemos acabar consumiendo más de la cuenta ya que pensamos que lo que estamos comiendo es sano y que no pasa absolutamente nada.

Qué es el azúcar libre

Antes de profundizar en este tema, debemos hacer un repaso a algunos conceptos básicos. Los azúcares libres son aquellos que han sido extraídos de la matriz del alimento, como por ejemplo pasa en un zumo de frutas. Esto se relaciona mediante la evidencia científica con diversos problemas de salud como obesidad, diabetes o caries. La OMS los define así, y recomienda que no consumamos más de 25 gramos al día de azúcares libres.

Por otro lado, la definición de azúcares libres incluye a su vez a los azúcares añadidos. Los azúcares añadidos son aquellos que, como su propio nombre indica, se añaden de forma externa a los alimentos. Esto sucede con la sacarosa o azúcar de mesa de toda la vida, la que echamos al café.

Por último tenemos los azúcares intrínsecos, que son saludables. Por ejemplo, los que tiene la fruta en su interior mezclada con fibra, pectinas y otros componentes saludables que amortiguan el impacto del azúcar en sangre.

¿Los dátiles tienen azúcares libres o intrínsecos?

Esta es la pregunta del millón. Debemos saber que no hay consenso sobre si la pasta o puré de frutas (como serían los dátiles machacados) se considera como azúcares libres o intrínsecos. Aquí el debate está servido.

Para la OMS (Organización Mundial de la Salud) la pasta de dátiles contarían como azúcares intrínsecos por lo que serían totalmente saludables.

¿Entonces son más sanos?

Sí, un dulce elaborado con pasta de dátiles será más saludable que uno elaborado con azúcar blanco. Pero si perdemos la noción de lo que nos estamos comiendo, corremos el riesgo de que su consumo deje de ser saludable.

Al final estamos elaborando dulces, productos que deberían ser de consumo ocasional. Si basamos nuestra dieta en ellos, por muchos dátiles que contengan, estaremos consumiendo en exceso productos hiperpalatables y estaremos desplazando otros alimentos más interesantes de nuestra alimentación.

Pasta y no sirope de dátiles

Estamos hablando todo el tiempo de trituras los dátiles en la batidora o picadora, en casa, no estamos hablando del sirope de dátiles que venden, ya que a este el han quitado la fibra y, por lo tanto, serían azúcares libres, nada recomendables. Igual que cualquier sirope.

8 alimentos ideales para el verano

Durante la época veraniega es crucial vigilar nuestro consumo de agua para mantener un correcto estado de hidratación.

Muchas veces olvidamos que los alimentos también constituyen una importante fuente de agua, por lo que merece la pena destacar su valor y aprender a introducir aquellos más adecuados de forma frecuente en nuestra rutina dietética.

Generalmente, los alimentos que mayor contenido en agua poseen son las frutas y las verduras. Junto a su elevado contenido en vitaminas y minerales, se convierten en alimentos ideales para ayudarnos a mantener una hidratación adecuada y un inmejorable estado de salud.

A continuación te enumeramos algunos de los alimentos que mayor concentración de agua poseen para que puedas incluirlos de forma habitual dentro de tu alimentación veraniega:

Pepino: es conocido por su poder refrescante y su amplia utilidad en la cocina, tanto en crudo como cocinado. Destaca por su contenido en potasio, calcio y fósforo, así como vitamina C y vitamina B9.

Espárragos: destaca ampliamente por su alto contenido en agua y en fibra. Además, aporta cantidades interesantes de sodio, potasio, vitamina A y vitamina B9.

Fresa: es una de las frutas más populares, tanto por su llamativo color rojo como por su sabor característico ampliamente utilizado en cocina. La fresa es uno de los alimentos con mayor contenido en agua, y también contiene elevadas cantidades de vitamina C y potasio.

Melón: una de las frutas veraniegas por excelencia y de las que popularmente se dice que contiene una mayor proporción de agua junto a la sandía, aunque realmente sus niveles son muy similares a los de otras frutas. Destaca sobre todo por su contenido en potasio y vitamina C.

Champiñón: a pesar de que no es una fruta ni una verdura, sino un hongo, el champiñón también ocupa uno de los puestos privilegiados en lo que a contenido acuoso elevado se refiere. En este caso, el champiñón destaca por su buen contenido en potasio y fósforo, así como vitamina B3.

Calabacín: otro clásico en lo que a cantidad de agua se refiere, teniendo una amplia cabida en todo tipo de guisos, parrilladas saludables y preparaciones de cualquier tipo. El calabacín tiene interesantes proporciones de calcio, magnesio y vitamina C.

Tomate: una de las frutas estrella dentro del amplio abanico que nos ofrece la naturaleza. A pesar de considerarse una hortaliza, el tomate realmente es una fruta que destaca por su contenido en vitamina A, vitamina C, potasio, sodio y magnesio.

NutriScore: fallos del nuevo etiquetado

Nutriscore se define como un sistema de puntuación en el etiquetado alimentario que permite observar de forma muy rápida si un alimento es saludable o no lo es.

Lleva varios años sometido a debate dentro de la comunidad científica, y también por parte de los profesionales de la alimentación, ya que desde hace un tiempo se viene barajando su posible implementación en España. De hecho, algunas marcas ya lo utilizan de forma voluntaria en el etiquetado de sus productos.

Si profundizamos en su funcionamiento, vemos que Nutriscore consta de un sistema de puntuación basado en colores y letras que pretende simplificar la lectura de las etiquetas y valores nutricionales por parte de la población, facilitando el acceso a alimentos y productos más saludables.

De esta forma, mide la calidad nutricional de un producto exclusivamente en función de los nutrientes que contiene y simplifica visualmente el etiquetado a través de un etiquetado tipo semáforo basado en 5 letras y colores:

A (Verde oscuro): excelente calidad nutricional, la mejor puntuación

B (Verde claro): buena calidad nutricional

C (Amarillo): calidad nutricional media

D (Naranja): mala calidad nutricional

E (Rojo): muy mala calidad nutricional

A pesar de su buena intención, lo cierto es que Nutriscore presenta algunos fallos que no lo convierten en el mejor sistema en lo que valoración nutricional se refiere. Algunos de los principales problemas que plantea en la actualidad son los siguientes:

No diferencia las grasas malas de las buenas. Este ha sido uno de los elementos más polémicos, ya que en Francia —país que aplica desde hace años el sistema Nutriscore— el Aceite de Oliva Virgen Extra está catalogado con la letra D de color naranja, es decir, una mala calidad nutricional. Esto es incorrecto desde el punto de vista científico, ya que a pesar de ser una materia prima elevada en calorías, sabemos que el aceite de oliva en general —y el virgen y virgen extra en particular— están relacionados con múltiples beneficios saludables, como por ejemplo relativos a protección cardiovascular y de los huesos.

Sólo permite comparar alimentos de la misma categoría. Una gran limitación, ya que no permite comparar bajo los mismos parámetros los distintos tipos de productos y alimentos que encontramos en un supermercado. De esta forma, un refresco edulcorado obtiene una puntuación superior a la del aceite de oliva virgen extra.

Tampoco tiene en cuenta el grado de procesamiento de los alimentos. Este fallo también provoca mucha confusión en los consumidores, ya que los refrescos edulcorados por lo general salen bien parados con Nutriscore, obteniendo puntuaciones muy altas. De esta forma, no se tiene en cuenta para nada la clasificación de “ultraprocesado”, por lo que muchos productos de bollería, snacks y aperitivos con una reducción en alguno de sus ingredientes insanos obtenga una puntuación superior a la que realmente merece.

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